Alegría, dolor, tristeza, felicidad, llanto, pasión. Sí, yo festejé el 3 a 0 contra Rafaela en la promoción. Aquella tarde de 9 de julio, donde un desconocido (Aldo Visconti) cortó la cuerda que mantenía mi fé de quedarme en primera. Ese jugador, que con 3 goles opacó mis ganas de vivir. Horas después de aquel penoso momento, se escucha en la tele a un ser que decididamente estaba confiado en que Gimnasia iba a lograr la diferencia de 3 goles, levanto la vista, y si, ¿quién otro que Leonardo Madelón?, un técnico con letras de sobra. Transmitía en mí, esa confianza que de una manera increíble logró convertir mi angustia en esperanza.
Llegado el domingo lo único que hacía falta era jugar el partido. El primer tiempo terminó sin goles, y el resultado se hacía tan difícil de remontar como un barrilete de plomo, pero él seguía allí, aplaudiendo y alentando, si, otra vez, Madelón con su fé intacta, con su rostro mostrando grandeza y tranquilidad. Hasta que a los 27’ del segundo tiempo, aparece un histórico con un gol sin técnica, con un gol a pura pasión, aparece Diego Alonso.
Gimnasia se paró con un solo defensor, el Oso agüero. A los 43’ Luli Aued le pone la pelota en la cabeza a Franquito Niell y coloca a Gimnasia a un gol del milagro. El pueblo Platense reza, grita, llora y alienta. Estando en prórroga, Cuevitas tira un centro que se desvía en un jugador de Rafaela y puedo jurar que vi a mi abuelo como entró a la cancha, agarró a Niell y lo empujó hacia la pelota para golpearla, depositarla dentro del arco, y hacer estallar al mundo.
Pasado 2 minutos, se escucha un silbato que terminó con todo el dolor que llevaba dentro mío, ese silbato que significó ponerle sello a un partido imposible. Como verán, los milagros existen. Y así es Gimnasia, si no se sufre no vale. Entre llanto y alegría veía como mis jugadores festejaban, bien merecido lo tenían.
Extrañamente, salgo a la calle, toda la gente estaba con paraguas y botas, todavía no entiendo porque, yo miraba al cielo, y veía un sol extremadamente fuerte que alumbraba mi vida. ¿Será que nada podía interferir en este momento de sincera felicidad? Horas después del partido me llega un mensaje de un amigo hincha de Estudiantes diciendo "no pueden festejar un partido de promoción", yo tengo que responder que si, puedo festejarlo, y claro que lo voy a hacer. ¿O a caso, sólo tengo que festejar cuando gano un campeonato? Yo festejo cuando mi equipo sale a la cancha, cuando mi equipo pierde, empata o gana.
Poco entiende mi corazón de resultados. Entiendo que tal vez yo estoy equivocado. Estoy enfermo, lo sé. Ésta enfermedad por lo que me contaron, es hereditaria, se lleva en la sangre. Con el tiempo se hace más fuerte, más intensa, hasta tal punto que puede terminar con mi vida.
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Si, puedo morir, morir por Gimnasia y Esgrima La Plata.
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¡Gracias por hacerme hincha del
Lobo!
Así vivo yo el fútbol.
Autor: El corazón de JME ♥
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