Tirar y aflojar la soga no me hace bien,
que feo es conformarse con tan poco.
Las dudas y los errores se siguen sumando,
el miedo es el que no te deja ver.
Acostumbrado al dolor sigo cantando,
las voces en mi almohada siguen estando.
Nunca había sentido este vacío
y el capricho de no querer abandonar.
Estás tan cerca y tan lejos a la vez,
de ese anhelo inalcanzable.
¿Cómo explicarle a Dios cuando me muera
un tesoro de tanta magnitud del cual no pude ser dueño?
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