Porque lo dan todo, sin pedir nada.
Porque ante el poder del hombre que cuenta con armas, son indefensos.
Porque son eternos niños, porque no saben de odios ni guerras.
Porque no conocen el dinero y se conforman sólo con un techo donde guarecerse del frío.
Porque se dan a entender sin palabras, porque su mirada es pura como su alma.
Porque no saben de envidia ni rencores, porque el perdón es algo natural en ellos.
Porque saben amar con lealtad y fidelidad.
Porque no compran amor, simplemente lo esperan.
Porque son nuestros compañeros, los eternos amigos que nunca traicionan.
Y porque están vivos.
Porque ante el poder del hombre que cuenta con armas, son indefensos.
Porque son eternos niños, porque no saben de odios ni guerras.
Porque no conocen el dinero y se conforman sólo con un techo donde guarecerse del frío.
Porque se dan a entender sin palabras, porque su mirada es pura como su alma.
Porque no saben de envidia ni rencores, porque el perdón es algo natural en ellos.
Porque saben amar con lealtad y fidelidad.
Porque no compran amor, simplemente lo esperan.
Porque son nuestros compañeros, los eternos amigos que nunca traicionan.
Y porque están vivos.
Madre Teresa de Calcuta